Ecos de un pasado separado.




En este texto entro en un plano muy personal en mi biografía. Hablo de la separación que sentí en aquellos años, en los que el miedo y el conformismo, el quietismo, me llevaron a ir postergando lo que debía hacer. Hablo de separación; tal vez al escribir busco la unión, el contacto de mi acción con mi sentimiento. Algo tanto tiempo postergado. Sé que no es tarea de unas horas, ni de días...

Entonces lo fui  demorando. No podía hacer nada, nunca hice nada. Tuve que idealizar el trabajo, porque pospuesto indefinidadmente no lo realizaba. Eso no implica que no realizara lo que se me requería, pero ¿hacía lo que yo quería por mí?

En realidad mi mente, intuyo que tal vez por un ligero retraso a nivel motriz, me decía que no podía. Y aunque ocasionalmente tenía reacciones, que decían que yo estaba mal, no había entonces medios como los que hay ahora. Tal vez un poco de estimulación precoz hubiese bastado para afrontar la esquizofrenia. O tal vez no.

Sea como fuere dejo aquí este texto, que habla de separación, de distancia. Pero el contexto es de retraso en el desarrollo, de falta de mi afirmación. Y por supuesto de pensar que no podía hacer nada por cambiar las cosas, salvo hacer lo que me decían. Lo cual no es malo, salvo que todas las personas necesitamos nuestro "pequeño gran espacio" para desarrollarnos y trabajar en nosotros.



Ecos de un pasado separado:


       En mi familia somos cinco hermanos pero desde muy pequeños fuimos cada uno a colegios distintos. Así que no tenía a quién pedir ayuda. Ni siquiera pensé en pedir ayuda, para mí era muy importante guardar las apariencias delante de mis padres. Tan solo era un día igual, lo de siempre.

          Recuerdo cuando mis compañeros de escuela jugaban a las canicas. Hay dos formas de jugar: de “bulla” y “de veras”. Yo me limitaba a ver jugar a los compañeros, con eso bastaba, y si jugué alguna partida me aseguré que fuera de “bulla”. Todavía recuerdo el día en que los compañeros dejaron de jugar a las canicas para ir a correr detrás de un balón, donde yo no podía ir. Durante un tiempo miré los lugares donde habíamos jugado y me daba cuenta que se había acabado. No había dolor tan solo desesperanza.
          Pero recuerdo de ir del colegio a la tienda de mi padre, caminando siempre solo. Y deseaba que alguien me hablase, o me viese. Tan solo un reconocimiento de que yo estaba allí. Pero los demás chicos y chicas iban jugando entre ellos y yo me sentía como atrapado en una camisa de fuerza que no me permitía apartarme de un guión establecido. Me decía a mí mismo que no quería que se notase lo que me pasaba. La verdad es que me moría. Por lo menos mi alma. Estaba con una sensación de separación muy fuerte, insoportable.

          En casa de mis padres siempre estaba llena de gente, siempre había mucha gente. Cuando me veían jugar yo sólo mis padres me decían que fuera y estuviese con ellos. Eso solamente significaba que ya no podía jugar. La peor soledad es cuando estás con otros, poner buena cara, mirar a los demás, y pensar que no quería que ellos supiesen lo mal y sólo que me encontraba.

          Lo peor con diferencia era cuando mis padres me mostraban a sus amigos y comentaban lo bueno que era. Yo me erguía recto con media sonrisa, esperando que mi aspecto fuese como ellos decían. Siempre, siempre, una amiga de mis padres comentaba lo mal que le había salido su hijo, comparando. Yo sentía una mezcla de orgullo de ser el mejor para mis padres, y a la vez sabía que era mentira. No me lo podía expresar claramente ni para mí mismo, pero sabía, sentía, que era mentira. Me conformaba en ser lo que ellos decían, mientras pudiese aparentar que todo va bien, que no se notase…

          Había algunos chicos de mi edad, que alguna vez estuvieron por allí. Pero lo único que recuerdo era cuando se iban, riendo, hacia algún lugar secreto y seguramente prohibido. Y yo me quedaba como orgulloso de no hacer nada prohibido. Pero con la tremenda envidia porque ellos se iban, y reían y conocían un sitio donde yo no podía estar, y que era un sitio malo, pero ellos sabían algo que yo no sabía. 
          Siento todavía que no lo sé, que todavía se me escapa. Siento que cuando me hablan... siento que los demás van "de veras". Y yo muy a mi pesar sigo sintiendo que todavía voy "de bulla".

Tal vez vendría bien ahora poner un vídeo que llega de @PSICOLETRA.Rodrigo Córdoba Sanz
http://youtu.be/G8mmn3b4TLg Amaral -Buenos días, pesadilla-  Un cuento para año nuevo.