El color del pensamiento catatónico

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REFLEXIONES


    Encuentro que todas las personas siguen siempre los mismos caminos. Me dijeron que no es que nos movamos en círculos, sino que se trata más bien de una espiral (como modelo de metáfora). 

     Siempre estamos pensando sobre las mismas cosas, pero lo que nos sucede o pensamos no acaba de ser siempre lo mismo. Así, como una espiral.

      Me permito dejar aquí un texto que escribí, tratando de exponer, un sentir, un color, tal vez no tanto un olor. No, un olor no. El olor tiene mucho que ver con el contacto, pero el color de un pensamiento... puede estar totalmente disgregado.
   
   Sin embargo al escribir estas líneas en las que entremezclo reflexiones distintas y desconectadas, me queda claro que, lo que trataba era de descubrir quién era yo, en relación con los demás.

      Puesto que el pensamiento catatónico, por lo menos en mi caso, me ha hecho querer valerme por mí mismo. Dejando a los Otros afuera. Aquí hablo, poniéndo como ejemplo, a unos Otros situados en una sociedad antigua, en el que el entramado de relaciones era fundamental para su inmediata supervivencia. 

   Y eso es significativo de que ni siquiera hoy, podamos vivir sin los Otros. Ser nosotros mismos no es posible a menos que seamos en relación con los demás.


    Se dice que "intelectual es aquella persona que ha encontrado algo mejor que el sexo". Y yo tal vez tenga una vena intelectual. En razón de que a posteriori de que me sucedan las cosas, pienso y siento curiosidad; me pregunto porqué han sucedido así o de donde viene lo sucedido. Eso no me hace ser más listo o mejor.

    Yo creo que incluso me hace ser más lento. Tan solo es una forma de ser. Y puede ser un defecto porque en vez de actuar, me veo inmerso en medio de multitud de razonamientos que me alejan de ser.

    Evidentemente no puedo desarrollar esa venilla intelectual que pueda tener. A fin de cuentas he desarrollado más bien poco la libre expresión de mi sexualidad. Así que cómo voy a encontrar algo mejor que el sexo, si de hecho todavía no he logrado expresar mi sexualidad de forma satisfactoria.

    Creo que el volumen de pensamientos que se desata en mi interior y que me protege, como si fuera un abrigo, tiene la finalidad de distanciarme de aquello que me hace sentir nervioso. 

   Al sumergirme en los pensamientos, el nerviosismo desaparece, sustituido por una espesa capa de pensamientos que me entorpece la acción.

    Si bien esta dificultad para actuar, cumple una función de protección ante lo que es, desde el mismo momento en que tengo dificultad para aceptar el ser, la realidad y lo que sucede. Tal vez por un defecto de aprendizaje, que ahora me impide realizar la función para la que estoy aquí.

     Mi vista me avisa de que se me dificulta ver las cosas como son; y mi vida, miedos y conceptos erróneos llevados a mis relaciones con los demás, persisten. Siendo los mismos que ya tenía cuando era adolescente.

    Donde yo he crecido en lo biológico, mis miedos no han evolucionado ni cambiado acorde a mi edad. Que yo he podido tomar decisiones y mejorar el modo de estar en el mundo. Mucho mejor ahora.

     Pero este estar mejor, parte de unas deficiencias grandes, y desde ese punto de vista de lo que es mi ser; un ser sano, saludable y el bienestar propio de la realización de lo que soy, todavía falta una distancia considerable.

   Puede que esa venilla intelectual me ayude a saber a nivel de razonamiento qué me está pasando. Por lo menos, de esa forma busco ayuda, me apoyo en los demás y pregunto, indago, pienso (sucio vicio el mío, éste de pensar).

     Pero no sirve de nada buscar ayuda afuera si no es para que esa ayuda me devuelva la responsabilidad de que lo que hago, está en mis manos.

    Así que me encuentro con la dificultad de percibir las cosas como son. De saber qué es lo que mueve a los demás, sin poder ponerme en su lugar. Yo creo que esas cosas debí aprenderlas hace décadas, pero entonces no fué posible.

    Me gusta mucho una saga de libros, que creo que se conoce como "Los Hijos de la Tierra". Son varios libros que narran la historia de hombres y mujeres, allá en la Edad de Piedra. El primer libro se llama "El Clan del Oso Cavernario". Pero el que me viene a la mente ahora es el tercero de la saga: "Los Cazadores de Mamuts".

     En éste se explica muy bien conceptos que en la vida real no se suelen explicar explícitamente sino de forma encubierta; y este conocimiento tácito viene a constituir el sistema de valores por el cual nos relacionamos, formamos nuestras dinámicas de grupo, y establecemos el modo de reconocer el propio valor o rango, dentro de una comunidad inherentemente social.

   Yo haría una mención especial a un personaje de este libro. Un hombre de nombre Frebec, perteneciente a esta comunidad "Mamutoi".

     Lo destaco porque él no era un hombre de gran valor. Más bien hacía de ser una persona común y corriente el modo de identificarse con su comunidad. Pero a lo largo del libro se desarrolla su historia, que no deja de ser secundaria al argumento.

     Se explica cómo de ser una persona sin valor, sin rango, y casi por azar, se atreve a unirse a una mujer de rango elevado. Alguien que antes no tenía valor o rango, ahora posee algo valioso.

   En el libro, ya digo, como uno más de los personajes, Frebec descubre un nuevo sistema de valores, y va comprendiendo ese sutil entramado de acciones; y el modo de ser y comportarse acorde al rango adquirido en fución a su unión, en esa sociedad matriarcal.

    Así me veo reflejado, en mi miopía, ante la forma de valorar situaciones, sentir mi lugar en medio de las relaciones sociales; miopía ante el saber qué es lo que sienten los demás. Por la dificultad de ponerme en su lugar. Cierta dificultad para distinguir esos valores, y cual es el lugar que necesito para mí.

    Porque tal vez no he podido en su momento, por las dificultades por las que he pasado, aprender a tiempo a sentirme bien entre ese complejo de relaciones.

     Otros han podido hablar por mí, antes que yo mismo, para expresar quién soy. Aunque ese ser quien soy, lo haya nublado de forma encubierta, guardando las apariencias; mientras que solamente en mi fuero interno, sin que nadie lo supiera, yo me ocultaba.

    Aquí es cuando viene ese sabor de lo único. De que lo único que importa es el sexo. Porque en medio de un sin fin de malentendidos, conceptos erróneos y fragilidades de infancia, me dió por pensar que había algo mejor que el sexo, cuando no lo hay. ¿O sería más oportuno el referirme a vivir en relación con los demás? (Aunque he de admitir que esa relación, la relación es de género. "Los hombres tan sólo podemos pensar en lo único")

     Si bien puede que los intelectuales lo hayan encontrado; eso que es mejor que el sexo. Pero no se puede encontrar la cima, sin haber subido la ladera de la montaña. Así no se puede llegar a desarrollar una intelectualidad, sin haber pasado antes por el instinto, por el cuerpo. Como tampoco se puede subir al cielo, si no es con una buena escalera (firmemente apoyada en el suelo).

    Recuerdo aquí lo que me dijo quien considero ha sido mi psicóloga, Alicia Gonzálvez; que me explicó que para elevarse o subir, "hay que cavar hacia abajo".

     Puedo entender que por contra eligió usar conmigo otro tipo de terapia en la hora de la que disponíamos. Creo que fue prematuro el ponernos a conversar, cuando tenía tan cerca ese cambio de medicación que me hizo descubrir emociones nuevas.

       Por mucho que reconozco que antes o después necesitaría ese conversar tan rico que con ella tenía. Sin embargo creo que aunque le debo mucho, al final y a la fuerza quizá... la responsabilidad de lo que hago, o no hago, es mía.

       Y ella no podía explicármelo aunque lo sabía. Igual que a Frebec no se le podía explicar lo que necesitaba aprender, sino que debía aprenderlo por sí mismo.

    Ojalá yo ya hubiese aprendido las lecciones que he de aprender. Porque saber sé, que se me dificulta ver lo que es.

      Sé que hay algo delante mío que no distingo. Pero todavía no lo sé. Ojalá que me venga. Aunque el manto de mis pensamientos me arrope, protegiéndome de lo que es, de lo real.


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     No puedo por menos que pensar que nadie quiere ser curado. Nadie quiere sanar.

   Que por algo Don Juan tenía que engañar a sus aprendices para darles sus enseñanzas de chamán. Y debo dejar de lado lo que pienso, lo que creo, eso que me dice mi mente que soy. Se supone que para centrarme en lo que es mi ser.

    Así que en este momento me valgo de mis pensamientos para que me lleven, como en arrullo, a través de la acción, que en esta ocasión es escribir. 

    Denso ¿verdad? Así a veces es mi pensamiento. 

   Abrazo de intelecto sin cuerpo. 

    Creo que he podido mostrar parte de cómo siento mi pensamiento.