La crisis esquizofrénica.


La esquizofrenia es una enfermedad mental que se caracteriza por presentarse en brotes. Se puede tener un brote psicótico y volver a la normalidad, no es mi caso. 

Se pueden tener varios brotes y después volver, o no, a estabilizarse. 

Lo más normal es seguir con una medicación de por vida, como medida preventiva en algunos casos; o bien necesaria, pues después de según qué experiencias, la psique no vuelve a ser lo que fue.

Es de esas cosas que en medio de todo lo malo... se puede decir con cierta ironía: "Totó, creo que ya no estamos en Kansas".- (El Mago de Oz). 

Que junto a la socorrida frase "ésto también pasará", hace que después de un día venga otro; y así vamos viviendo. 

El día a día de personas con enfermedad mental, conejillos de indias, a la vez que colaboradores en primera instancia, de psiquiatras, psicólogos y las farmacias; que cada vez afinamos en nuevos fármacos más selectivos con los que convivimos.




      Cuando estudiaba me relacionaba muy mal, hasta el punto de sentir un constante miedo cuando salía a la calle... ¡podía ser que me encontrase con alguien! (conocido o no conocido) ¿Y qué haría entonces? ¿Si alguien me pedía algo o me preguntaba? Yo solamente podía caminar y pensar que si aparentaba indiferencia y no le hablaba a nadie, no me pasaría nada.

     Es triste pensar que ese estilo de vida duró casi veinte años. Desde luego estudiar compensaba. La imagen que quería, que necesitaba, aparentar delante de mis padres, o de los maestros, como ante cualquier otra figura paterna... la mantuve todo lo que pude. 

   Y la forma que encontré fue la evasión, la soledad, la masturbación, y sobre todo pensar que un día “...cuando fuera mayor”, “...ya no tendría miedo”, “...sería un crack porque habría estudiado mucho...”, “...todos me querrían porque haría las cosas muy bien, porque era muy listo”.

     Un día salí a la calle y pensé que podía caminar sin sentir miedo... pero en realidad no fue así. 







 
           La verdad es que un verano de mis dieciocho años, me sentía tan mal, tan volado... que necesitaba agarrarme al suelo con las manos, con las piernas, agarrarme al suelo con todas mis extremidades porque ya no podía más. La forma se me presentó practicando yoga. 

   Cogí una tabla de asanas de una revista, sin instructor ni guía, y empecé a practicar. No me llevó mucho tiempo llegar a la meditación, pasando por las pesas, footing (entonces se le llamaba correr), más yoga, y después la meditación. Solamente después pude imaginar que era posible caminar por la calle sin sentir miedo.

      Resulta aterrador pensar que ese despertar a nuevos comportamientos, a nuevas conductas y una nueva forma de sentir, me llevaron en el corto plazo de unos meses a una depresión profunda. 

   Una crisis que confrontaba el ser que yo era con el que había sido. Pura evasión e ideas preconcebidas, prejuicios... a una renovada visión de mí mismo; que duró el breve tiempo hasta que se me aparecieron mis fantasmas, cubriéndome todo de mi propia mierda acumulada durante años, por evadirme y fingir ser quién no era. Un fantoche empollón que a veces me libraba por “tener buen corazón”. 

   Solamente ahora sé que más bien mi buen corazón venía de mi necesidad de aceptación de mis mayores, para agradar, sin preguntarme nunca qué es lo que yo quería.

      Y precisamente ahora me cuesta saber qué es lo que quiero... me pregunto, pienso, mis pensamientos me dicen cosas... pero estas cosas están lejos de los dictados del corazón. Creo que todavía sigo viviendo para los demás, por las conveniencias, para no salirme del guión preestablecido. Con miedo a arriesgar. Con el terrible temor al rechazo. Y me está matando.


 
      Tengo una enfermedad mental, pero lo que me está matando poco a poco, es estar estable aparentemente y no sentir la crisis que rompe e impele a una acción nueva, propia, dictada por lo que me diga el corazón. 

   Crisis he tenido las suficientes. Tantas que ahora mi sentir a veces no lo reconozco. Me siento como un saco roto, me trago todo lo que me echan. ¡Peor! La única acción diferente que me permito hacer es quedar en la cama con una crisis de ansiedad, que me impide, detiene, toda acción salvadora que me sacaría de la cama y me haría ir al trabajo con otra cara.

      Yo ahora no sé que puedo hacer. Puedo pensar en cosas pero no me veo en ninguna de ellas. Mi identidad me dicta que no llame la atención, que no sobresalga, que no cause problemas. Que me quede solo y tranquilito en casa... que no busque hacer otras cosas. El dolor.

      No creo que nada de lo que pueda emprender en estas condiciones pueda salir adelante. Es como darse por vencido antes de haber hecho nada. ¿Cómo cambiar de actitud? ¿Cómo ser aceptado? ¿Cómo arriesgarme a ser como soy? ¿Cómo soy? 

    De entrada no asumo riesgos. Es triste. Es triste sentirse gris. Que mi comportamiento sea gris y uniforme. Que solamente me diferencie en ser enfermo, en ser menos que los demás. Pero la solución no pasa por ser más que los demás. Eso lo sé; quizá sea un hábito querer ser más que los demás, por eso ya pasé y lo único que obtuve fue depresión.


 
     Algo nuevo, he empezado a quedar con amigos, los fines de semana. De uno en uno. Así me gusta más. Acabo de empezar desde la semana pasada. Tengo el temor de que voy a salir y no me voy a sentir bien. Peor... pienso que puedo sentir que salir va a ser una pérdida de tiempo. Que no es útil y que no sirve.

      Eso me lleva a recordar que no he pensado cuando esté con mi amigo qué haremos. Hoy viernes, el dolor era fuerte y casi no llego al trabajo. Me ha costado una llamada a mi madre para centrarme; y cuando he salido pensaba... casi en no quedar... Pero después de todo saldré, solamente quiero sentarme un poco más, aquí, en el borde de la cama... sin sentir nada.